He entrado en la casa de Cronos por la ventana.
Sigilosamente, me resbalo entre citas innecesarias,
conversaciones huecas y situaciones recurrentes,
entre espejos y espejismos.
Los muebles están cubiertos por gruesas capas
de polvo cotidiano.
Al caer, resuenan las hileras de tazas de café y
copas de vino vacías, huecas, olvidadas.
copas de vino vacías, huecas, olvidadas.
Cerca del suelo, el aire es denso, plomizo, insoportable.
Busco entre las sombras mi tiempo perdido,
mi tiempo presente,
mi tiempo futuro.
Nada.
Mi cuerpo se quiebra al levantarse.
Mis manos apoyan, desesperadas, el impulso.
Mi cabeza intenta ordenar las sombras.
Un viento hierático las reúne en un soplo.
Y allí, en la oscuridad, está Cronos, tendiéndome la mano.
La tomo. Me levanto.
Vuelvo a sentir el latir de mi tiempo.
¡Imposible robarlo!
¡Es mío.!
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