Creo sinceramente que el gran descubrimiento del nuevo milenio es aprender a respirar.
Sí, lo hemos olvidado o desaprendido o quizás nunca lo supimos hacer bien.
Estamos equivocados si pensamos que la física cuántica, las redes sociales, los avances en el terreno de la genética o cualquier otro cachivache tecnológico, son los grandes logros de esta era. No, señores. Lo que de verdad nos ha traído el nuevo siglo y milenio es el método para aprender a respirar. Piénsenlo. Además de ser imprescindible para nuestra existencia, sirve para curar casi cualquier enfermedad física o mental.
Si estás a punto de tener un infarto, respira.
Si te mareas, respira.
Si te duele el estómago, respira.
Si tienes jaqueca, respira.
Si.....respira.
Y así, con un sinfín de respiraciones nos acabaremos curando de todos los males ya que los sistemas sanitarios empiezan a enfermar en la mayoría de los países. Es barato, sano y ecológico.
Por otra parte, la correcta respiración, que empieza en el segundo chackra e invade todo nuestro cuerpo para esfumarse por la nariz, es el antidepresivo más eficaz jamás visto. En lugar de Más Platón y menos Prozac, la versión adaptada al siglo XXI debería llamarse Más respiración y menos medicación con tranquilizantes y antidepresivos. Es barato, eficaz y nos ahorramos el euro por receta.
Como efectos añadidos, se ha descubierto que aquellos que gozan del conocimiento del método respiratorio perfecto, se vuelven inmunes a los males mundanos que los asechan.
Si te despiden, respira.
Si te deshaucian, respira.
Si te roban, respira.
Si te ignoran, respira.
Si te humillan, respira.
Si te toman por tonto, respira.
Si te suben los impuestos, respira.
Si.....respira.
Es un método barato, fácil y elimina la ira.
Por lo tanto, amigo, enemigo, paciente, iracundo,
desempleado, pobre, triste, feliz, nauseabundo:
respira, respira y respira para aguantar tu mundo.
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