La solapa colocada en el centro del libro,
el desayuno con piedras de molino,
el reloj con agujas pintadas,
las tardes grises ,soleadas.
Las sirenas silenciosas,
el vacío abarrotado,
las cadenas de papel,
el llanto seco.
Los cojines de madera,
la música sin sonido,
las sillas sin asiento,
los periódicos sin letras.
El otro sentado en mi caverna,
contemplando las sombras de mi ser,
juzgando, me arrodilla ante mis taras.
Lejana ya la hora del placer,
en el absurdo anclada está mi obra.
Sobre puñales, afán para crecer.
Lento se alza el paso al caer.
Alado velo, el que no se nombra.
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