Necesitamos una nueva conciencia del lenguaje, una revolución en el uso del mismo. Las reglas ortográficas y gramaticales, la sintaxis y la morfología están incorporadas a nuestro ser como una estructura estable sobre la que ya es el momento de construir un edificio semántico consciente.
Dejemos de un lado las frases hechas, los lugares comunes, las etiquetas y lo políticamente correcto y hagamos un esfuerzo para tomar conciencia de los mensajes que deseamos transmitir y compartir. Después de tantos siglos en los que hemos buscado la respuesta al ¿cómo digo eso?, es el momento de dar un salto cualitativo y empezar a concentrarnos en ¿qué quiero decir?.
A primera vista, parece un simple cambio de matiz, pero en este aparentemente pequeño detalle, hallamos una revolución que pasa del uso de la mente concreta a un grado de conciencia en el que ya no conectamos con las reglas impuestas sino con nuestra esencia, con nuestro ser.
Las reglas serán a partir de este momento tan sólo un medio para el fin y no el fin en sí. Del ¿lo estoy diciendo correctamente? saltamos un escalón para llegar al ¿qué quiero decir? . A partir de este momento, la estructura aprendida se pondrá a nuestro servicio y descubriremos que, cómo por arte de magia, si sé lo que quiero decir, lo diré correctamente, ya que la esencia del mensaje no me permitirá utilizar estructuras inadecuadas.
¿Para qué sirve todo este "rollo lingüístico"?
Sirve, en primer lugar, para sanarnos, para sanar la relación con nosotros mismo y con los demás. Si hacemos el esfuerzo de utilizar las palabras más cercanas al mensaje que, conscientemente, hemos decidido transmitir, desterraremos poco a poco de nuestras vidas las frustraciones, los malentendidos, la rabia, la sensación de incomprensión, la falsedad, es decir, todos aquellos daños que de manera inconsciente nos causamos a nosotros mismos y a los demás.
Por otra parte, es una herramienta sumamente útil para el aprendizaje de otros idiomas. A través de la experiencia, he ido descubriendo que la mayoría de las personas se bloquean al intentar construir mensajes artificiales a partir de reglas gramaticales, olvidando por completo el sentido del mensaje que desean transmitir. La energía puesta en el intento de decir algo en otro idioma se queda estancada en un acusativo o en una forma del pasado y el emisor pierde la esencia de su rol, ya que intenta transmitir fórmulas gramaticales en lugar de mensajes. Este es un tema muy amplio y lo trataré con más detalle en otro momento.
Volviendo a la idea expuesta al principio, creo firmemente en la necesidad de una revolución lingüística hacia un uso consciente de la palabra, descubrir con que parte energética de nuestro ser la cargamos al soltarla al mundo, descubrir su fuerza, su poder, su verdadero sentido. Puede que suene atrevido, pero me gustaría llamarla: REVOLUCIÓN CUANTICA DEL LENGUAJE.
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