¿Qué puedo yo contar, querida mía?
Te mando estas letras de exilio.
Adolescente sueño ya forjado,
con miles de detalles dibujado,
fingiendo dulce calma en párpados pesados,
por liberar un canto encerrado.
La viva fantasía de escapar, soy yo.
Tu me has parido, mientras esposada,
vivir en libertad has decidido.
No hay regalo que no me hayas dado.
Creíste en mi, ni reina, ni plebeya,
con dones de diosa me has colmado,
mientras posabas en mis manos las estrellas.
Nunca dudaste en tu fiel empeño,
pintaste el futuro paso a paso,
sabiendo sin saber, pero sintiendo
el haz de luz, en la materia escaso.
Sin límites me viste, un fulgor,
atravesando vientos, desiertos y mazmorras.
Por ti fui aprendiendo a no temer
el día y el instante de mi postrera hora.
Te arrastré conmigo, me arrastraste.
Nunca te olvidé ni te perdí.
Soy lo que en tu fe soñaste.
Tú eres lo que quise y lo fui.
Tus ojos todavía brillarán en mi,
hasta que la materia sus cenizas prenda.
Un ser orgulloso del que ayer nací,
abraza al que soy y al que luego venga.
Nunca un juramento me pediste.
Juraste tú por todas a cumplir.
La vida te jugaste a una carta,
confiando en que sabíamos vivir.
Hermana, compañera, compartiendo Ser;
no hay mayor amor que el que me brindaste.
Creer en mi y comprender que seguiré
cumpliendo con lo que tú soñaste.